lunes, 24 de septiembre de 2007

POESÍA CONTEMPORANEA: ADELA CAMPOS

SOBRE LA ESCRITORA

Adela Campos Montañez (Málaga, 07/06/1963)Estudios cursados de Ciencias de la Información por la Universidad de Málaga. Miembro fundador de la Academia Iberoamericana de Poesía en su Capítulo de Málaga, miembro de la Asociación ALAS de mujeres por la literatura y las artes. Colaboradora en revistas de arte y literatura como “Kilyx” de Málaga, “Robador de Europa” de la Universidad de Málaga, “Decir del Agua” de Florida,... Editora y codirectora la Colección Varadero de poesía.Incluida en las siguientes antologías poéticas: “Compendio” (Colección Homenajes Corona del Sur, Málaga 1991), “Poesía Joven en el Ateneo” (Ateneo de Málaga, 1995), “Poetas, Poemas” (Delegación de Educación y Ciencia, 1997), “Homenaje a Aurelio Teno” (Diputación de Córdoba, 1998), “Homenaje a Emilio Prados” (Diputación de Málaga, 1999), “Versos para un fin de Milenio” (Ayuntamiento de Motril, 2001),”Antología I Colección Monte Jabalcuza” (Ayto. Alhaurín de la Torre 2005).Teniendo las siguientes publicaciones: “Cuadernos de Instituto” (Centro Cultural del 27 – Diputación de Málaga, 1999), “Apología de una idea” (AIP, 1999), “Diario de una despedida” (Colección Auroras Boreales, 2000 - Premio Amatista 1999), “La carne del verdugo” (Colección Varadero, 2000), “Nadie es la sombra” (Colección Wallada, 2002), “El viaje de Emile – Paisajes de leprosería” (Ed. Vitrubio – Madrid, 2002), “Breviario” (Asoc. ALAS 2003), “Bocacalles” (Colección Acis AIP, 2003), “Voces de Fondo” (Colección Acis AIP, 2005), “Los peldaños de la palabra” (AIP – Málaga 2006).


LEED A ADELA CAMPOS

Emile en la ciudad de las sombras

La lluvia desdibuja siluetas tras los cristales
y nos azota la conciencia
con sentimientos de culpa y deseo.

No hay silencios posibles
en estas noches traspasadas
por recuerdos húmedos
de sábanas que sangran su desidia.

Todo son paréntesis para el viajero,
ciudades de paso.
Sólo permanece el llanto
tras distintos ventanales.

De “El viaje de Emile” Ed. Vitrubio
I.S.B.N. 84-89795-64-9




Reducto de El Zagal

La muerte de un silencio se columpia.
En un día sin atardecer
por donde redoblan,
concierto de espectros,
el batir de las palomas
y un carrillón inconcluso.

La muerte de un silencio se columpia.
Tras el que perseguir,
paseantes inciáticos,
la sombra de nuestras dudas.

La muerte de un silencio se columpia.
Adoquines,
puertas cegadas,
paredes sudorosas,
la muerte de un silencio se columpia,
blasones mudos,
plazas desiertas
y animales,
la muerte de un silencio se columpia,
que vertebran su dolor
por las cuestas.

La muerte de un silencio se columpia,
pasajes llagados
por el tiempo,
la muerte de un silencio se columpia,
hechos para remover
nuestros sentidos.

La muerte de un silencio se columpia.
La muerte de un silencio se columpia.
La muerte de un silencio se columpia.
De “Paisajes de leprosería”

Ed. Vitrubio
I.S.B.N. 84-89795-64-9



En la sombra se esconde
porque nada llena el vacío de sus bolsillos,
ha sonreído a veces
dejándose llevar por la calma,
pero regresa a sus orígenes
blandiendo el hacha.
Hay cosas que imprimen carácter.

Así la sangre derramada
se sigue reflejando tras los siglos
en estas viejas ruinas circulares.
Aquí fue la gloria, el abandono,
y aquí la mantanza y el dominio.

Todo se destruye, hasta nosotros perecemos.

De “ La carne del verdugo”I.S.B.N. 84-607-0992-2



LA CARNE DEL VERDUGO
Adela Campos

I

Un hombre solo
se desprende del mar y de su sueño,
amortaja cadáveres entre sus manos.
En la orilla
el recuerdo del degollado se tambalea,
brillante la sonrisa
mueca gris sobre la arena.
Premonición de angustias.
II
En la sombre se esconde
porque nada llena el vacío de sus bolsillos,
ha sonreído a veces
dejándose llevar por la calma,
pero regresa a sus orígenes
blandiendo el hacha.
Hay cosas que imprimen carácter.
Así la sangre derramada
se sigue reflejando tras los siglos
en estas viejas ruinas circulares.
Aquí fue la gloria, el abandono,
y aquí la matanza y el dominio.
Todo se destruye, hasta nosotros perecemos.
III
He mirado mil veces al espejo
y el solitario azogue me repite
que todo es sombra y muerte a mis espaldas.
Debería confortarme ser dueño de la vida,
pero la sangre late en la garganta
y en mi sien la locura va encontrando acomodo.
IV
Vago por mi ciudad
la que recorre entrañas,
inhóspito lugar de desesperaciones.
Sé que lo entregué todo
y aún me recriminono haber sido más dulce
en las manos del verdugo.
V
Tan sólo ve la habitación cuadrada
de unos viejos muertos.
Por la ventana, patíbulo de horas,
escapan rescoldos de existencia,
en las falsas esquinas
se agarran manos de niños.
Algún día fue el principio de un sueño
y hoy se resiste a dejarse engullir
por la ciudad que le vomita.
VI
Puse toda la sangre en los alféizares
para abrir las ventanas.
Quemé raíces para sacar un árbol
de un bosque de cadáveres.
Vi más allá y quise que vieran.
De madrugada me cercaron hasta derribarme.
Y aún temo por la sombra del árbol.
VII
Después de recorrernos
las calles y la noche,
quedar enganchados
en el patíbulo de una ventana
que se sobrevive,
remontar los ríos de un cementerio,
descubrir las llagas de una ciudad,
contemplar los muertos de las catedrales,
aullar con los niños
- cadáveres del tiempo -,
sobrevivir a un santuariode árboles agonizantes,
dormir en el vacío,
enfrentar fantasmas,
descubrir ruinas.
¿Tan sólo nos quedaba agonizar?
VIII
Hay árboles que nunca mueren
silenciosos, oscuros.
Hay bosques que agonizan sobre el asfalto
en fuegos de artificio.
Quemará la pólvora en otra herida
y de la savia derramada renacerá el árbol,
patíbulo temblando por las sombras,
a la espera de un nuevo cadáver.
El que, al fin, se siente dueño del destino
se convierte en verdugo.
IX
Mi vida es una cuerda
por la que me deslizo sin proyecto,
mar derramándose,
lengua en la arena
y el viejo eco de un vaivén.
Algún día fui niño, adolescente,
eso dicen.
Pero siempre me recuerdo
con esta hiel en la garganta.
Mi vida es una cuerda
en cuyo último nudo me balanceo.
X
No es culpable,
nunca atacó a nadie.
No es culpable.
Pero en alguna ocasión
planeó la venganza
y deseo la carne del verdugo
corrompiéndose.
XI
Desdentado me aferro al rescoldo,
espero el paso de un último tren
hacia horizontes menos dañinos.
Un animal gime a mis espaldas
y el vuelo desboca gritos como calambres
por los que se traspasan los vacíos.
Ahora sé que todo será en vano.
XII
Acaba de ser consciente de su culpa
observando la punta de sus botines
en el último estertor.
El único error
fue dictar la sentencia por anticipado.
Ahora lo sabe, es cierto,
reo, convicto o confeso
de permitir la muerte por asfixia.
Bien ganada la sentencia,
ya sabía el juez que cedería
ante la insistencia del inductor.
XIII
Algún día lograrán dominarla angustia
del hierro en la garganta,
el impulso malsano de la muerte.
Falso.
No se doblega el curso de los días,
ni dejan de bramar los árboles
y, en la noche,
siempre habrá un grito
para el que cumple su destino.


OBRA POÉTICA DE LA BITÁCORA

Emile en la ciudad de las sombras.

Reducto de El Zagal.

Sin título.

LA CARNE DEL VERDUGO