domingo, 8 de febrero de 2009

DIARIO DE UNA DESPEDIDA

Primer premio AMATISTA 1998, editado con la colaboración del Instituto Andaluz de la Mujer.




DESPEDIDA


Una despedida es infinito.
Rueda donde se repiten
todos los adioses.
Lágrima nueva
sobre llanto viejo.
Eco rompiéndose,
tajo abajo,
y monte arriba.
Rutina que estalla
y soledad acechando.

Una despedida
es destino perpetuo,
cuando se nace
con el adiós en los labios
y la mano extendida.



I

Días de pérdidas



ESPACIO PERDIDO

Un espacio que desaparece,
tras un muro de azules,
es como un paréntesis
(alargando sus sombras
al medio día, cuando el sol rompe)
o como un reencuentro.

Un silencio nuevo
y un sonido antiguo,
fundiéndose en claroscuro.

Nubes que pasan
creciéndose, como cuentos
de boca en boca...

Un espacio que desaparece
es, tan sólo, un recuerdo
tras un muro de azules.

HACE TRES AÑOS

Hace siglos...
Hace tres años,
el tiempo era un reguero
discurriendo, lentamente,
a través de frondas y florestas;
surgían cantos
de aves del paraíso,
o ecos de infinitas grutas;
el paso era fluir constante
y el viento, canción de cuna.

Hoy,
hace un instante,
el tiempo es un goteo
imperceptible,
a través de mis manos y la nada;
surgen sombras,
indelebles, de silencios.
El paso es, quietud eterna
y el viento rumor de monotonía.

Hace siglos...
Hace tres años.



INVENTARIO

Remover sillas, recuerdos;
casi como rutina,
para no interrumpir
la caída en picado.
Acumular objetos
y momentos
- latidos de apenas
una sombra -
y gotas de lluvia,
y campos perdidos.
Intentando no romper,
no rasgar,
no empañar el pasado
ese pasado azul a veces,
a veces gris
que se acumula,
que se arquea,
que se quiebra
con cada día
y cada noche...

Inventariar:
repartirnos
los silencios y caricias,
gestos y palabras
de todos estos años.



ADIÓS

El tiempo se ha parado, ya no existe;
el eco se repite entre las sombras;
mi voz no tiene tonos ni garganta
es silencio, definido en una sola nota.

Los barcos que se pierden a lo lejos
nos dejan siempre un regusto amargo.



TRISTEZA

Estoy triste, oculta
en esta tarde, no... no,
más bien melancólica,
cual la hiedra en mi ventana,
ocre como ella
y falta de luz. Quizás
siento que perdí algo,
no sé si mi palabra,
tal vez la guía;
quizá a mi padre...
A penas si a mí misma.

Me miro en los espejos
y tan solo hallo sombras,
nada concreto ni real;
extensas sombras
azules, grises,
a veces rojas;
únicamente sombras.

Y retumba el vacío,
entre las cuatro esquinas
de mi mente. Y el lago
inmenso, opaco y quieto,
de las tristezas
me llama con voz hueca;
dice que perdí el ojo
- aquel con que miraba
al fondo de las cosas
hasta vibrar entera -.

Ahora apenas si lato
con cada segundo de tiempo,
casi por rutina, esperando,
silencio en una esquina,
la resurrección. ¡ Ay! La vida.

Y una lágrima rueda
- más sólo entre mis ideas -
incapaz mi pupila
de reflejar mi mente,
acaso mi alma.



TOMA DE CONCIENCIA

Volver atrás, donde debimos
estar hace siglos,
hacer lo imposible
por evitar la batalla.
Acabar, por fin,
sin vencedores ni vencidos.
Y, después de tanto tiempo,
no te reconozco.
Poco sabía de ti,
aún se menos.


Año de luces brillantes,
de campanas y cornetas,
que se va trocando, lento
en año de voces huecas;
que va arrastrando en su curso
adioses, vacíos, quejas.

Año que se torna opaco
al dejar por sus riberas
cadáveres blanquecinos,
pulidos como las piedras;
cantos rodados y viejos
nuestros padres asemejan
mientras descansan o mueren.

Año de mala cosecha,
la muerte redonda y blanca
rondando las calaveras.



EPITAFIO

A Juan Castillo

Me pregunto, compañero,
¿dónde irás ahora que acabaste?
Dónde irán tus palabras claras,
tus ideas redondas - como esferas -
tu paso seguro, la mirada abierta
y la mano firme.

Utópico irreductible,
¿en dónde moras?
Pues no tienes ni arcángeles
ni cielo en tus mitologías;
ni más premio que la conciencia,
ni más castigo que el vacío.

Me resisto a creer que te apagas
sin dejar un rescoldo,
una bujía,
que nos sirva de norte
y nos recuerde
tu voz sincera
y tu sonrisa oportuna...

Aunque, pensándolo despacio,
quizás con eso baste.
Para qué más cielo, ni más gloria
que tú eterna presencia
en nuestras mentes.

Caminó reto tras reto,
sendero tras sendero;
transcurrió rápido,
como el río en las rocas,
para remansarse, de pronto,
ante un amplio valle.

Serenó su paso,
aquietó su ritmo,
y a un latido leve
percibió el fracaso,
silencioso y blando,
que se le acercaba...

Y lloró, temblando,
ante tantos años,
ante tantos sueños,
perdidos, lejanos.

Zahiriéndole fuerte,
como un dardo helado,
el futuro inmenso
y nada en las manos.



CLAMOR

¡Oh! Silencios ocultos.
¡Oh! Altos campanarios.
¡Oh! Voces nuevas.
¡Oh! Luz, luz azul,
¡Oh! Luz dorada.

¿En dónde estáis?
¿A dónde fuisteis?
Porque yo aún os espero,
en los recodos
del camino, mudo y gris,
por donde habito
y me desplazo.

¡Dioses!, si es que existís,
¡¿en dónde estáis?!
Silencio, sólo el eco
de la radio, y el lento
camino del reloj.
II

Días de desconcierto



PREMONICIÓN


Un espacio ya predicho
es un silencio nuevo,
un pálpito, una palabra,
un eco con sordina;
pasos andados de antemano,
voces absurdamente
reiteradas, sueños revividos,
plazas ya recorridas
y ventanas mil veces vistas.

Es algo que nos toma
por sorpresa, como un revuelo
de palomas, buscando
otras migajas; probar
de nuevo el postre de los siete
años, reconfortante
por su dulzor, amargo
porque no somos niños.

Un espacio ya repetido
es siempre una realidad,
a veces mágica, a veces cruel.



REFLEJO

Volver a ti de nuevo, mundo
blanco y obtuso del papel;
ceñirme a tu cintura
y a tus normas, plegarme
ante tus amplias oquedades
es totalmente absurdo.

Ni siento como entonces,
ni puedo escribir de esa forma.
A veces hasta pienso
que me he vuelto prosaica
- absolutamente prosaica -
como un certificado de buena conducta
(quizás de mala conducta).

Me faltan las palabras,
no domino el lenguaje,
y pienso estudiar listas
interminables de números
y códigos extraños.

Está claro que, con el tiempo,
uno crece o decrece, pero
- invariablemente - se transforma;
gira, se retuerce; y acaba
al otro lado del espejo.


Vacío absoluto,
silencio plasmado
en viejos clichés;
absurdos,
inercias
y todo rodando.

A penas
sentido,
surgido,
vivido
se va marchitando
el eco lejano
del placer.



ENIGMA

Un nuevo golpe
abre una ventana,
un nuevo grito
abre un camino;
a cada paso
una nueva sombra,
un nuevo silencio
y siempre así,
como rueda infinita,
como infinito sueño
cada sendero es
algo sorprendente,
trémulo...

Mientras el enigma continúa:

Hacia donde el sol es cada vez más pequeño
crece la tierra, donde tus manos
nuevas y abiertas hallarán cobijo.
CÍRCULO VICIOSO

Escribo como cuando era niña,
midiendo los renglones
y las formas, como entonces
intento encontrar una razón;
y, como entonces, difícilmente logro
más que una medianía.

El mundo es una esfera,
siempre gira. Volvemos al principio.


Lo que soy
es sólo sombra,
boceto.


PAPEL


Papel y más papel,
papel en blanco,
volviendo de mi memoria
hasta mis manos,
retomando los esquemas
que he perdido;
aflorando sensaciones
y deseos.

Papel del simbolismo
y de lo absurdo,
sueños vertidos, uno a uno,
desde el silencio mismo.

Papel de nuevo en mí
y ante mis ojos.



III

Días de espera



COMPÁS DE ESPERA

Hilos colgantes,
relojes, de colores
negros y rojos,
figuras mudas
y libros solitarios
han conformado
este paisaje mío,
de claroscuros constantes.

Esperas repetidas,
cortinas vaporosas,
trajes,
ecos radiofónicos
y cables inconexos
se confunden ante mis ojos,
siempre en alerta continúa.

Espacios blancos,
trabajos inconclusos,
cacerolas y escobas,
carpetas agolpadas,
suelos mojados
y ventanas oscuras
se derraman por mi alma
en este compás de espera.


Te espero, hombre
absoluto entre mis manos,
y ya tengo perdida la partida.
Más, es dulce el espejismo
de los remansos claros,
el pecho abierto
y el beso certero.



SIEMPRE VOY A DESTIEMPO

“La maldita certeza de que a ellas
cuando las cosas fallan, les resulta posible,
y tan odiosamente fácil vivir sin nosotros”.

Vicente Gallego

Siempre voy a destiempo,
me remanso cuando oigo la tormenta,
me paro en las esquinas
cuando ya se apagaron los faroles,
y ando rutas de postas
por donde, ahora, cruzan autopistas.

Siempre entreabro los labios
cuando pasó el beso, hasta acaricio
antes de llegar la piel
y, aún así, sobrevivo; intentando
encender los candiles
que iluminen el momento oportuno.


AL ACECHO

Desde aquí, donde estoy
dejando pasar las horas,
los segundos,
el goteo incansable,
del incansable tiempo;
me siento un poco mueble,
un tanto objeto;
en mis poros percibo
la caída incesante del polvo
cubriéndome la espalda,
los cabellos, las manos...
Me encuentro viendo el mundo
en blanco y negro,
como una vieja cámara,
las cosas son apenas
retazos, planos cortos o largos;
secuencias que se mueven
al compás de la música,
esa que suena a veces
como banda sonora
“bye, bye love,
bye bye happyness,
La, la, lalara,
lalalalará...”
Y el eco se repite.



IV

Días de silencio y soledad




ENTRE LOS SILENCIOS

Desde aquí,
desde mi hastío,
vuelco palabras y sonrisas,
como quien deja caer
lo que quedó pequeño.

Miro mis pies, balanceándose
al borde del abismo,
recuerdo viejas películas
y nuevos nombres.

Desde aquí nada es imposible,
ni real, forma parte
de una nebulosa...

Entre los silencios
la vida pasa
en blanco y negro.

RÉPLICAS

“En noche de lejanos ruidos
y ditirambos...”

Jesús Ángel Arcos

En noche de lejanos ruidos
y ditirambos
la luna alumbra
recónditos rincones,
coincidencias lejanas
y sombras balbucientes.

Y tras un espacio
incierto de sonidos
se extienden reencuentros.

En noche de lejanos ruidos
y ditirambos
danzan viejos ecos;
mientras se oye
el pálido reflejo
de las miradas
formando nuevas voces.


Cada silencio es
un eslabón de plata,
cada palabra es
un eslabón de cobre.

Así, en noche de lejanos ruidos
y ditirambos
se esparcen nuevamente
las sonrisas,
se estrechan los lazos
nuevamente;
y al son del claroscuro
de las manos
comienza la partida.

En noche de lejanos ruidos
y ditirambos
la luna alumbra
recónditos rincones,
y vigila escondida
la siguiente jugada.
CUERPO VARADO

Siempre parado aquí,
frente al tiempo,
como una sombra dormida
¡despierta! Cuerpo mío,
levanta la mirada y la palabra,
porque nada se detiene
si no avanzas

Hazme mover
las manos y el espíritu,
necesito vibrar de poro a poro;
establecer un puente
entre mi voz y el mundo.

Tal vez sean necesarios
los silencios
para esculpir
- en piedra y barro -
la propia vida.
El vacío
otra vez rondándome.
El silencio,
envolviéndolo todo
llenando de espejos
cada sombra nueva.

Sola ante la nada
como antes de todo,
como antes del tiempo.

El viento que pasa,
la lluvia pálida
sobre el pavimento.

Pasa un coche,
raudo,
y luego el silencio.



DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
“Para vivir, con un pedazo basta:
en un rincón de carne cabe un hombre”.

Miguel Hernández


Después de todo sólo una cosa
resplandece, clara y alta,
siempre por encima de las otras.

Andarás senderos, deshojaras
flores y te romperás
en los acantilados del amor.

Para construir el camino tienes
tan sólo tus pies cansados,
la voz y tu nombre siempre nuevo.


Otra noche espero en la ventana
y, una vez más, sólo acudirán
las sombras, redondas y blandas, a mi cama.

Silencio sobre silencio
mis manos ruedan
y no hay boca para mis besos.

Absolutos, geométricos y perfectos,
el vacío y la soledad bailan
ciñendo círculos, en mi habitación.

A veces es demasiado caro
el precio de la libertad.


Contempla las montañas por mí
viajero. Yo, con mi cayado,
tan sólo ando caminos.



Me reflejo en todo
transcurro como un tango
- arrabalero y persistente -
doblando esquinas viejas,
paseando avenidas nuevas,
abriendo ventanas
y cerrando puertas.

Y, a cada gesto, tan sólo atrapo
una perdida sombra,
una nota fugaz
de mi propia historia.

Tantas redes tendidas,
tantos bosques batidos
para descubrir, al cabo,
que el pez y al presa
son la misma cosa:
mi imagen en el espejo.


SOLEDAD

Te quiero, y te busco,
sombra por los rincones
de mi casa; humo y aire
envolviendo minutos.
Soledad de mis manos,
eterna compañera
de concha y calabaza.
Para sentarnos juntas,
al borde del camino,
con el tiempo senda adelante
y la dulzura ruta atrás.

Amiga atenta, eterna,
celosa y escondida,
callado entre mis manos,
olvido por mi mente.
Vieja amante, niña al fin.

Mi soledad amada,
mi soledad querida.
Y en los cruces del tiempo
mi soledad odiada.

OBRA POÉTICA DE LA BITÁCORA

Emile en la ciudad de las sombras.

Reducto de El Zagal.

Sin título.

LA CARNE DEL VERDUGO